publicado por Diario design
La tradición de estructuras de hierro del siglo XIX, herencia de los diseños de la época victoriana que se pueden encontrar en estaciones de tren, viaductos y otras infraestructuras civiles tiene un buen ejemplo en el restaurado Mercado del Born de Barcelona.
Con la misma tecnología de construcción de la Biblioteca de Saint-Geneviève de Henri Labrouste (París, 1850) y el Crystal Palace de Paxton (Londres, 1851), el antiguo Mercado de abastos de la ciudad es una estructura de alta tecnología que supuso un hito vanguardista en su época. Su altísimo techo, apoyado en esbeltas columnas de hierro fundido consigue una liberación visual de los muros exteriores y sus paneles acristalados, aumentando el efecto de luz y espacio que supone un impacto hoy en día, 150 años después de su inauguración.
Su forma está dominada por una torre octogonal central a modo de faro que sobresale del edificio y marca el espacio central del mercado en el interior. El muro exterior se compone de una celosía de vidrio combinada con paneles de ladrillo que forma una curiosa greca decorativa a nivel de calle. Restaurado de manera exquisita por los arquitectos Enric Soria yRafael Cáceres, ganadores de la competición abierta propuesta por el Ayuntamiento de Barcelona en 1998 para la “restauración del viejo mercado en una biblioteca”. El edificio acoge en este momento un centro cultural de 8.000 metros cuadrados en el que se suceden eventos de literatura, música, marionetas y danza y constituye una importanteadición al patrimonio cultural barcelonés.
Proyectado originalmente por Josep Fontserè i Mestre, responsable también del contiguoParque de la Ciutadella, el mercado abrió sus puertas por primera vez en 1876, alojando un mercado de comida que abastecía el barrio del Born. A finales del siglo XIX Barcelona disponía de 16 mercados municipales, incluyendo el de la Boquería y el de Sant Antoni. En 1921, el Mercado del Born se había vuelto improductivo y pasó a ser por ello el Mercado de Abastos de fruta y verdura de la ciudad, que estuvo operativo hasta que sus actividades se centralizaron y se trasladaron a Mercabarna, en la Zona Franca, en 1971. En las siguientes tres décadas se debatió en la ciudad el uso del edificio: se llegó a considerar la demolición pero la oposición local consiguió una renovación inicial en 1979. Usado de forma intermitente como sala de exposiciones gracias a un acuerdo con la Universitat Pompeu Fabra, se planteó convertirlo en Facultad de Audiovisuales a principios de los años 90, pero finalmente el Ministerio de Educación y Cultura decidió que el edificio acogería la Biblioteca Provincial de Barcelona. Los trabajos de rehabilitación se pararon cuando importantesrestos arqueológicos de la época medieval salieron a la luz en 2002, por lo que se buscó una localización alternativa a la biblioteca.
La reforma actual se basa en los restos arqueológicos del siglo XVIII que se muestran a unos tres metros bajo el nivel actual de la calle. Estas excavaciones tienen una relevancia significativa ya que permiten ver la estructura original del mercado y su datación histórica enlaza con una fecha significativa para Cataluña, el 11 de septiembre de 1714, la Diada que conmemora la toma de la ciudad por las fuerzas borbónicas suponiendo el final de la Guerra de Sucesión a la Corona española (1702-1714) que supuso la coronación de Felipe V como rey de España.
El aire atraviesa los niveles superiores de la estructura, el agua de la lluvia se ha manejado también correctamente y los peatones pueden moverse libremente por el edificio sin la necesidad de pagar para visitar las exposiciones. Los restos arqueológicos se encuentran situados a ambos lados simétricamente ocupando tres pozos hundidos a lo largo de un largo eje central del mercado original, que dispone de una balaustrada de cristal y una barandilla de madera con paneles metálicos de información que explican la importancia de la ubicación. A pesar de que los restos no son destacables, la alegría y el poder arquitectónico del edificio residen en la propia estructura.
Cada una de las cuatro esquinas está ocupada por pabellones de vidrio, con oscuros interiores que acogen las diferentes exposiciones y eventos del programa cultural del edificio: Villarroel, Casanova, Moragues y Castellví, que además acoge la librería y el espacio gastronómico.
El CC Born se convierte con la remodelación de nuevo en una estructura básica en el barrio, y su plaza frente al mercado en un paisaje desierto que permite apreciar la fachada en su totalidad. Una ruta peatonal a través del edificio conecta el Passeig del Born con el Parque de la Ciutadella, propocionando un bienvenido paréntesis para alejarse del intenso tráfico de vehículos de Barcelona.
El edificio abre al público de 10 de la mañana a 12 de la noche y tiene acceso libre, aunque se necesita entrada para acceder a los pabellones de exposición.
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